Me concedo a mí misma el permiso de estar y de
ser quien soy, en lugar de creer que debo esperar
que otro determine dónde yo debería estar o cómo
debería ser.
Me concedo a mí misma el permiso de sentir lo que
siento, en vez de sentir lo que otros sentirían en
mi lugar.
Me concedo a mí misma el permiso de pensar lo que
pienso y también el derecho de decirlo, si quiero,
o de callármelo, si es que así me conviene.
Me concedo a mí mismo el permiso de correr los
riesgos que yo decida correr, con la única
condición de aceptar pagar yo misma los precios de
esos riesgos.
Me concedo a mí misma el permiso de buscar lo que
yo creo que necesito del mundo, en lugar de esperar
que alguien más me dé el permiso para obtenerlo.
ser quien soy, en lugar de creer que debo esperar
que otro determine dónde yo debería estar o cómo
debería ser.
Me concedo a mí misma el permiso de sentir lo que
siento, en vez de sentir lo que otros sentirían en
mi lugar.
Me concedo a mí misma el permiso de pensar lo que
pienso y también el derecho de decirlo, si quiero,
o de callármelo, si es que así me conviene.
Me concedo a mí mismo el permiso de correr los
riesgos que yo decida correr, con la única
condición de aceptar pagar yo misma los precios de
esos riesgos.
Me concedo a mí misma el permiso de buscar lo que
yo creo que necesito del mundo, en lugar de esperar
que alguien más me dé el permiso para obtenerlo.
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